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Artículo en El Mundo

Pati Galatas, profesora de yoga de Tamara Falcó, y el golpe más duro de su vida: «Si no hubiera tocado fondo jamás habría sido instructora»

Fuente: El mundo

La yogui de las asanas imposibles ha dado clase a personajes célebres como la televisiva socialite. Esta es la triste historia de un viaje de huida que le llevó a dedicarse a la disciplina milenaria

«Si no hubiera tocado fondo jamás habría sido instructora de yoga». Patricia Galatas (Madrid, 25 de octubre de 1969), más conocida como Pati, es un gran ejemplo de cómo sobreponerse a la mayor adversidad. «Daba por hecho que pasaría el resto de mi vida con mi marido Fernando. Pero, de un día para otro, me encontré sola. Tuve que aceptar el duelo y mirar muy dentro de mi para poder superarlo», recuerda aún emocionada.

Aquel diciembre de 2011, el cáncer desvaneció todo su mundo. Se sentía muy unida a la pareja, así que dejó de encontrar sentido a lo que hacía y emprendió un viaje de huida. Duró siete años y le llevó a recorrer parte de Europa, México y Estados Unidos, cuenta. «Yo era empresaria y muy deportista. Trabajábamos también juntos. Ya entonces hacía yoga porque era muy nerviosa y así calmaba mi ansiedad».

Por eso, al sentirse perdida, decidió buscar maestros especialistas en la disciplina milenaria. «El yoga fue mi acompañante diario. Cada día, lloraba en la esterilla, conectaba muy profundo y esa era mi mejor terapia», describe. Un camino de sanación que le hizo fortalecer su cuerpo, liberar su mente y transformar su interior. Hasta el punto de querer dedicarse a ello.

«Nunca me planteé ser profesora. Es algo que surgió de manera natural», reconoce Galatas. Ha dado clases a personajes tan célebres como la socialite Tamara Falcó, el interiorista Lorenzo Castillo, la productora de MasterChef Macarena Rey y el empresario Javier Goyeneche, CEO de Ecoalf.

Ahora, comparte toda esa experiencia vital sobre el mat en Yoga para cambiar tu vida (Lunwerg Editores), el primero de dos libros con los que cierra aquella triste etapa. «También escribo sobre el dolor de perder a un ser querido y cómo ese duro golpe te obliga a dejar de vivir hacia afuera para empezar a vivir hacia dentro y poder así superarlo. Creo que puede ayudar a la gente».

Empezó sin saber qué era una asana y ha acabado siendo una experta en posturas imposibles que son el resultado de una lucha interna. «Siempre he sido autodidacta. No hay más secreto que la constancia y la disciplina«. Reconoce que ya nunca podrá dejarlo. «Siempre hay nuevos retos y es mi manera de estar conmigo misma. Una válvula de escape física que además cuida mi mente».

Es curioso, explica, cómo hay jornadas en las que se cree muy fuerte y la esterilla le da un baño de humildad. Otras, en cambio, está muy cansada y, sin embargo, hace suya la práctica y le ayuda a crecer y sentirse mejor. «Termino totalmente renovada».

En la pandemia, su perfil de Instagram echaba humo después de las sesiones ofrecidas en directo. «Mucha gente descubrió el yoga en la etapa del confinamiento e integró la práctica». Percibe que el boom continúa desde entonces «para calmar la ansiedad de esta carrera vital en la que estamos inmersos, sobre todo, en las grandes ciudades».

HERRAMIENTA SENCILLA

Galatas insiste en que el yoga nunca es aburrido y hay una modalidad y adaptación para cada persona. El suyo es muy activo, porque necesita apaciguar tensiones antes de relajarse para meditar. «En Los Ángeles fui elegida por el maestro Master Zi, quien me enseñó el Naga, un yoga ligado a las artes marciales». Pero hay modalidades más próximas al mindfulness, asevera.

«Siempre aconsejo probar varias clases y estilos, porque hay demasiadas creencias erróneas. En cuanto lo experimentas, te das cuenta de la gran cantidad de beneficios. Son innumerables», apostilla. El mayor, para ella, es la posibilidad de parar y respirar para tener otra perspectiva. «Cuando dejas de actuar con el piloto automático y sales de la vorágine, de ese círculo vicioso de estrés, vuelves a tu centro, despiertas y todo te lo tomas de otra manera. No respondes igual a las preocupaciones».

Una esterilla y, si acaso, elementos como bloques y cinturón -para adaptar las posiciones a las que no se llega- bastan. «En la tercera clase ya se observa cómo el cuerpo empieza a estar más fuerte y flexible, y la mente más ecuánime«, promete.

También está preparando una plataforma virtual grabando clases y va a organizar retiros de yoga en la naturaleza. «Cuando rompes con tu rutina y hábitos logras desconectar muy rápido». Sus alumnos y quienes le escriben de manera espontánea a través de las redes sociales le cuentan cómo la disciplina engancha y les ayuda a dormir mejor. «Es una sencilla herramienta que proporciona valor para crecer personalmente«.