Pati Galatas

Vivir nuestra historia 

“No puedes conectar los puntos mirando hacia el futuro. Solo puedes hacerlo mirando hacia el pasado” _ Steve Jobs.

Si me hubieran preguntado hace diez años y cuatro meses como veía mi futuro, hubiera puesto la mano en el fuego sobre ciertas cosas: que pasaría el resto de mi vida con mi marido, probablemente en la misma casa, la cual adoraba, con los mismos hábitos más o menos, con cambios, sí, pero con aquella base sólida que habíamos construido juntos durante casi veinte años. 

Pero la vida tenía otros planes y eran muy distintos. 

En diciembre de 2011 después de una fulminante enfermedad perdía a mi marido. Entré en la más profunda oscuridad. Perdí la dirección de mi vida, mis referencias. Me perdí a mi misma. 

Y entonces, empezó para mí algo parecido a un viaje iniciático, largo, difícil y lleno de obstáculos. Repleto de dolor y sufrimiento, pero también de increíbles aventuras, de impagables lecciones y de infinitas recompensas, como la de conocer a grandes maestros que me enseñarían una nueva forma de entender la vida, a encontrar dentro de mí una fuerza interior desconocida hasta entonces o la de descubrir talentos dormidos que cambiarían para siempre la dirección y el sentido de mi vida. 

Y mi aliado, siempre, el yoga.

Un día, a los quince años volvía andando a casa de mi madre cuando a través de la ventana de un pequeño local vi a un grupo de personas haciendo yoga. Por aquel entonces el yoga no era muy conocido en Madrid y desde luego no había los centros que hay ahora. Me enamoré de la práctica allí mismo, en aquella pequeña y acogedora habitación mientras un delgado y fibroso maestro asiático me enseñaba a ponerme boca abajo en la postura sobre la cabeza. Siempre había sido muy deportista pero cuando salía de aquellas clases sentía algo distinto, me sentía muy viva.  Se había plantado la semilla de yoga dentro mí. 

Años más tarde, ya casada, abrieron el primer centro de yoga en Madrid, cerca de mi casa. Me apunté a todas las clases que pude y durante años aprendí de los diferentes estilos de yoga: iyengar, anusara, yoga dinámico, ashatanga. Cuando ofrecieron la primera formación de profesores la hice. No pensaba en enseñar sólo quería seguir aprendiendo.

Pasaron los años y entonces ocurrió lo impensable. La enfermedad y la muerte de mi marido. Y entonces todo mi mundo se derrumbó. seis meses más tarde recibía una llamada que cambiaría para siempre el rumbo de mi vida. 

Todo empezó con esa llamada. Una invitación a un retiro en Italia con un maestro de yoga y artes marciales que venía de Los Ángeles. Un vuelo a Milán. Un viaje de cuatro días que se acabó convirtiendo en un mes. Una premonición del maestro: “Has nacido para enseñar. Serás profesora de yoga”. Un viaje a Madrid para hacer las maletas. Un vuelo, esta vez solo de ida, para estudiar en Los Ángeles. Un entrenamiento diario, durísimo durante meses de yoga y artes marciales. Luego llegó México. Pasaron siete años, en los que viví a caballo entre México y Los Ángeles. Estudiando y enseñando. Hasta que un día sentí que había llegado el momento de volver a casa y regresé a España. Vovía con una fuerza distinta y una sabiduría diferente. Ahora tenía más herramientas, ahora me tenía a mí.

La vida es una aventura prodigiosa, un misterio profundo. Cuando miro a atrás veo quien era y en quien me he convertido y sigo soñando en quien me convertiré.  Soñar me mantiene viva y me da una dirección. Tienes que tener fe en lo que haces y buscar tu propio camino, tu historia, confiar en el proceso y encontrar tu talento (todos tenemos uno), lo que te hace feliz. Esto es lo que me ayudó a seguir en lo peores momentos. No hace falta ir lejos, el viaje es hacia dentro. Exigirá mucho de ti, pero a cambio te llevará a descubrir la relación más importante de tu vida, la relación contigo mismo. 

Escribimos nuestras historias cada segundo que pasa, con nuestro permiso, o sin él, consciente o inconscientemente. Todos tenemos una apasionante historia, a la vuelta de la esquina, esperando a ser contada, si nos lo permitimos. Solo si dejamos los miedos a un lado y decidimos participar valiente y plenamente en ella, llegaremos a vivirla en toda su riqueza, a hacernos dueños y señores de ella. Hoy, escribo desde Bali, y como cada día, siento que empiezo de cero, una vez más.